SOMOS SAL DE LA TIERRA
Mateo: 5:13 Vosotros sois la sal de la
tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para
nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.
La sal es el condimento más antiguo usado por el
hombre. Ya en el año 2700 a.C. en China se usaba la sal para sazonar la
comida. El libro de Job que fue escrito hace unos 3500 años hace una mención
sobre la sal en el capítulo 6:6. ¿Comeráse lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto
en la clara del huevo?
El uso más primitivo de la
sal es la conservación de los alimentos, por lo cual en la antigüedad
se trataba de un producto muy apreciado. Incluso se le llegó a llamar “oro
blanco”.
De “sal” viene la palabra
salario, (del latín salarium). ¿Qué tiene que ver la sal con el
salario? Sencillo: a los soldados de la antigua Roma se les retribuía su
trabajo con una porción de sal. Cuando éstos salían a la guerra salaban
sus alimentos para mantenerlos en buen estado por largo tiempo. Hoy día, en
algunas partes del mundo la sal es muy valiosa. Se valora por sus propiedades
de condimentar y preservar, y lo esencial que es al cuerpo humano.
Simbolismo de la sal en la Biblia
Cuando se ofrecían los sacrificios en el Antiguo
Testamento
Se ofrecía a un animal de lo mejor del ganado o las
primicias de la cosecha, lo cual habla de que al Señor se le debe ofrecer lo
mejor de nuestro ser. En seguida el sacerdote esparcía sal sobre el
sacrificio.
Sal sobre la ofrenda de sacrificio.
Ezequiel 43:23-24: Cuando acabes de expiar,
ofrecerás un becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la
manada; y los ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre
ellos, y los ofrecerán en holocausto a Jehová.
La sal, como
conservador de los alimentos, simboliza incorrupción, preservación,
pureza. La sal era, en estos versículos, un símbolo de que el adorador
conservaba un corazón limpio y puro delante del Señor.
Pacto de Sal
Levítico 2:13: Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no
harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda
ofrenda tuya ofrecerás sal.
El pacto de sal simboliza
el compromiso de Dios de cumplir su palabra y sus promesas; mientras el
sacerdote por su parte se comprometía a consagrarse solamente al Señor.
En los tiempos de Jesús la sal
se relacionaba en la mente de la gente con tres cualidades especiales.
1. La sal se conectaba
con la pureza.
Probablemente su blancura resplandeciente sugería esta conexión. Los latinos decían que la sal era la cosa más pura, porque procedía de las cosas más puras que son el sol y el mar.
Probablemente su blancura resplandeciente sugería esta conexión. Los latinos decían que la sal era la cosa más pura, porque procedía de las cosas más puras que son el sol y el mar.
Así pues, si el cristiano ha de ser la sal de la tierra, debe ser un
ejemplo de pureza.
Una de las características del mundo en la época en que vivimos es que
han bajado los niveles. Los niveles de honradez, de diligencia en el trabajo,
de responsabilidad, la moralidad, todos tienden a reducirse. El cristiano debe
ser una persona que mantenga bien alto su nivel de absoluta pureza en su manera
de hablar, su conducta y pensamiento.
Ningún cristiano puede salirse de los niveles de la estricta honradez.
Ningún cristiano puede pensar con ligereza en reducir los niveles morales en un
mundo en el que en las calles de cualquier gran ciudad se induce
deliberadamente al pecado.
Ningún cristiano se puede permitir los gestos y términos sugestivos y soeces que
son a menudo parte de la
conversación social. El cristiano no sepuede retirar del mundo, pero debe, como
decía Santiago, «guardarse sin mancha del mundo» (Santiago 1:27).
2. En el mundo antiguo, la sal era el más corriente de todos los conservantes.
Se usaba para evitar que las cosas se corrompieran, y para contener la putrefacción. Plutarco tiene una manera curiosa de decirlo. Dice que la carne es un cuerpo muerto y parte de un cuerpo muerto, y, si se deja a sí misma, se descompondrá; pero la sal la conserva y mantiene fresca, y es por tanto como si se le hubiera insertado un alma nueva a un cuerpo muerto.
2. En el mundo antiguo, la sal era el más corriente de todos los conservantes.
Se usaba para evitar que las cosas se corrompieran, y para contener la putrefacción. Plutarco tiene una manera curiosa de decirlo. Dice que la carne es un cuerpo muerto y parte de un cuerpo muerto, y, si se deja a sí misma, se descompondrá; pero la sal la conserva y mantiene fresca, y es por tanto como si se le hubiera insertado un alma nueva a un cuerpo muerto.
Así que la sal preserva de la corrupción. Si el cristiano ha de ser la
sal de la tierra, debe tener una cierta influencia antiséptica en la vida.
Todos sabemos que hay ciertas personas en cuya compañía es fácil ser
buenos; y que también hay ciertas personas en cuya compañía es fácil bajar el
listón moral. Hay ciertas personas en cuya presencia se podría contar sin
reparos una historia sucia, y hay otras personas a las que a uno no se le
ocurriría contársela. El cristiano debe ser un antiséptico purificador en
cualquier sociedad en que se encuentre; debe ser la persona que, con su
presencia, excluye la corrupción y les hace más fácil a otros ser limpios.
3. Pero la más grande y la más obvia cualidad de la sal es que la sal presta sabor a las cosas.
3. Pero la más grande y la más obvia cualidad de la sal es que la sal presta sabor a las cosas.
Los
alimentos sin sal son tristemente insípidos y hasta desagradables. El
Cristianismo es a la vida lo que la sal es a la comida. El Cristianismo le
presta sabor a la vida.
Lo trágico es que la gente conecta a menudo el Cristianismo precisamente
con lo contrario. Lo identifican con algo que le quita el sabor a la vida.
En un mundo ansioso, el
cristiano debería ser
la única persona
que se mantuviera
serena. En un
mundo deprimido, el cristiano debería ser la única persona que siguiera
llena de la alegría de vivir. Debería haber una sencilla luminosidad en cada
cristiano, pero demasiado a menudo anda por la vida como si estuviera de duelo,
y habla como un espectro en una fiesta. Dondequiera
que esté, si ha de ser la sal de la tierra, el cristiano debe difundir gozo.
Jesús les habla a los suyos
en Mateo 5:13 y les dice: “Vosotros soy la sal de la tierra”. Esto quiere decir
que al nacer de nuevo, el ser humano ya tiene la capacidad o la cualidad de
sazonar, de ponerle el ingrediente necesario en la porción exacta a las cosas
de la vida. El discípulo no llegara a ser, sino que ya es sal de la tierra.
Como
cristianos, la Biblia compara nuestra vida y testimonio con la sal y su acción.
Nuestra palabra, deberá siempre ir acompañada de nuestro buen testimonio;
de otra manera, nuestra palabra será poco más que un “címbalo que retiñe”.
Cuando Jesús dice que somos la sal de la tierra,
deja claro que sus discípulos tenemos la misma función que esa sal: nos
conservamos, nos guardamos caminando en santidad para con Dios.
Jesús ha dicho que sus discípulos hacen lo mismo
que la sal: conservar, guardar y preservar, cualidades aplicadas en este caso a
las verdades eternas que se nos han depositado. Esta afirmación implica
también que un verdadero discípulo no mancha su vida con inmoralidad o con
fraudes, sino que se mantiene honesto e íntegro.
Como la sal, el discípulo debe de conservar las
verdades del evangelio. ¿Cómo? A través de su testimonio, de vivir y
reflejar la palabra de Dios a los demás.
Si la sal se hace insípida
Lucas 14:34: Buena es la sal; mas si la sal se hace
insípida, ¿con qué se sazonará?
Encontramos aquí la palabra
“desvaneciere” que viene del griego moraino y tiene dos significados,
uno literal y otro alegórico. El literal es cuando la sal se desvanece y pierde
su sabor. El simbólico implica volverse un necio, enloquecer.
En el Israel de la
antigüedad la sal era traída desde el Mar Muerto, pero había una sal que tenía
yeso y al contacto con otros productos químicos naturales a la intemperie se
hacía amarga y no servía: esa sal era distinguida fácilmente por los
comerciantes, quienes la separaban, pues ya no servía para consumo
humano. Esta sal se esparcía por las orillas de los caminos para
matar las hierbas, es decir, para ser hollada por los hombres. Era una sal
para muerte.
Miss F:
E.Newton dijo: En Palestina, los hornos ordinarios están fuera de la casa y se
construyen de piedra sobre una base de azulejos. En esos hornos, «para
conservar el calor se pone una gruesa capa de sal debajo del suelo de azulejo.
Después de cierto tiempo la sal se ha descompuesto. Se levantan los azulejos, se
saca la sal y se
tira en el camino
a la puerta
del horno... ha perdido su
poder para calentar los azulejos y se tira.» La inutilidad
invita al desastre. Si un cristiano
no está cumpliendo su propósito como cristiano, está abocado al
desastre.
El sentido de
nuestra vida consiste en ser la sal de
la tierra; y
si no le
damos a la
vida la pureza, el
poder antiséptico y
la luminosidad que
le debemos, no estamos cumpliendo nuestro cometido y vamos al desastre.
Conclusión
Los profetas del antiguo
pacto eran la sal de la tierra de Cana; pero los cristianos son llamados a ser
sal de toda la tierra, porque Jesús dijo id por todo el mundo y predicar
el evangelio. ¿Cómo es que unos pocos pueden afectar el mundo entero?
¡Trabajando silenciosamente como la sal con el evangelio de Cristo! Como un
puñado de sal se dispersa a través de toda la comida, la enseñanza del
evangelio se dispersa ampliamente, penetrando y llegando hasta los corazones de
los hombres (Hechos 2:37). La sal del evangelio nos limpia el alma y
a preserva de la descomposición espiritual. Es un pacto eterno entre Dios y
todos los verdaderos creyentes.
El mundo se corroe con la ignorancia y el
pecado. Por esta razón, Cristo nos envía a sazonar el mundo a través de nuestra
vida y enseñanza, con la sabiduría y gracia del evangelio, ¡para hacer
aceptables a Dios a todos los creyentes fieles! ¡Se la sal de la tierra!
El cristianismo es la sal de la tierra, ¡difundiendo la
esperanza del evangelio a todos los hombres! Los creyentes fieles son una
gran bendición al mundo porque a través de ellos, ¡el mundo se sazona con el
mensaje de la vida eterna! No sólamente somos llamados a enseñar el evangelio,
sino a vivir vidas dignas del evangelio (Col. 1:10).
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