jueves, 2 de junio de 2016

iglesia cristiana

SOMOS SAL DE LA TIERRA
Mateo: 5:13 Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.



La sal es el condimento más antiguo usado por el hombre.  Ya en el año 2700 a.C. en China se usaba la sal para sazonar la comida.  El libro de Job que fue escrito hace unos 3500 años hace una mención sobre la sal en el capítulo 6:6. ¿Comeráse lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto en la clara del huevo?
El uso más primitivo de la sal es la conservación de los alimentos, por lo cual en la antigüedad se trataba de un producto muy apreciado. Incluso se le llegó a llamar “oro blanco”.
De “sal” viene la palabra salario, (del latín salarium).  ¿Qué tiene que ver la sal con el salario?  A los soldados de la antigua Roma se les retribuía su trabajo con una porción de sal.  Cuando éstos salían a la guerra salaban sus alimentos para mantenerlos en buen estado por largo tiempo. Hoy día, en algunas partes del mundo la sal es muy valiosa. Se valora por sus propiedades de condimentar y preservar, y lo esencial que es al cuerpo humano.
Dos de las cualidades de la Sal que Jesús tenía en mente eran

1.- Su poder de conservación. La sal preserva de la corrupción de los alimentos – es decir, evita ese deterioro. 

2.- La cualidad de dar sabor y sazón. Resalta el sabor de los mismos.
Jesús nos pide que conservemos y guardemos las verdades del evangelio y aplicar esas verdades en la medida exacta para darle el verdadero sentido y el mejor sabor a las cosas que nos pasan en la vida.
Como cristianos, la Biblia compara nuestra vida y testimonio con la sal y su acción.  Nuestra palabra, deberá siempre ir acompañada de nuestro buen testimonio; de otra manera, nuestra palabra será poco más que un “címbalo que retiñe”.
Simbolismo de la sal en la Biblia
Cuando se ofrecían los sacrificios en el Antiguo Testamento
Se ofrecía a un animal de lo mejor del ganado o las primicias de la cosecha, lo cual habla de que al Señor se le debe ofrecer lo mejor de nuestro ser.  En seguida el sacerdote esparcía sal sobre el sacrificio.
Sal sobre la ofrenda de sacrificio.
Ezequiel 43:23-24: Cuando acabes de expiar, ofrecerás un becerro de la vacada sin defecto, y un carnero sin tacha de la manada; y los ofrecerás delante de Jehová, y los sacerdotes echarán sal sobre ellos, y los ofrecerán en holocausto a Jehová.
La sal, como conservador de los alimentos, simboliza incorrupción, preservación, pureza.  La sal era, en estos versículos, un símbolo de que el adorador conservaba un corazón limpio y puro delante del Señor. 
Pacto de Sal
Levítico 2:13: Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.
El pacto de sal simboliza el compromiso de Dios de cumplir su palabra y sus promesas;  mientras el sacerdote por su parte se comprometía a consagrarse solamente al Señor.
Dios ofreció a su Hijo en sacrificio
Más adelante Dios ofreció a su propio hijo en sacrificio para limpiar nuestros pecados y lo selló con su sangre: es ésta la sangre del nuevo pacto de la que habló Jesús, y la sal que preserva el nuevo pacto es el Evangelio, ya que éste es perdurable (su palabra durará por siempre).
Por lo tanto la Palabra es la sal que preserva las promesas de Dios. Cuando Jesús dice que somos la sal de la tierra, deja claro que sus discípulos tenemos la misma función que esa sal: nos conservamos, nos guardamos caminando en santidad para con Dios.
¿En qué sentido somos la sal de la tierra?
Jesús ha dicho que sus discípulos hacen lo mismo que la sal: conservar, guardar y preservar, cualidades aplicadas en este caso a las verdades eternas que se nos han depositado.  Esta afirmación implica también que un verdadero discípulo no mancha su vida con inmoralidad o con fraudes, sino que se mantiene honesto e íntegro.
Como la sal, el discípulo debe de conservar las verdades del evangelio.  ¿Cómo? A través de su testimonio, de vivir y reflejar la palabra de Dios a los demás. 
Jesús les habla a los suyos en Mateo 5:13 y les dice: “Vosotros soy la sal de la tierra”. Esto quiere decir que al nacer de nuevo, el ser humano ya tiene la capacidad o la cualidad de sazonar, de ponerle el ingrediente necesario en la porción exacta a las cosas de la vida. El discípulo no llegara a ser, sino que ya es sal de la tierra.

Si la sal se hace insípida
Lucas 14:34: Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué se sazonará?
Encontramos aquí la palabra “desvaneciere” que viene del griego moraino y tiene dos significados, uno literal y otro alegórico. El literal es cuando la sal se desvanece y pierde su sabor.  El simbólico implica volverse un necio, enloquecer. 
En el Israel de la antigüedad la sal era traída desde el Mar Muerto, pero había una sal que tenia yeso y al contacto con otros productos químicos naturales a la intemperie se hacía amarga y no servía: esa sal era distinguida fácilmente por los comerciantes, quienes la separaban, pues ya no servía para consumo humano.  Esta sal se esparcía por las orillas de los caminos para matar las hierbas, es decir, para ser hollada por los hombres. Era una sal para muerte.

Conclusión

Los profetas del antiguo pacto eran la sal de la tierra de Cana; pero los cristianos son llamados a ser sal de toda la tierra, porque Jesús dijo id por todo el mundo y predicar el evangelio. ¿Cómo es que unos pocos pueden afectar el mundo entero? ¡Trabajando silenciosamente como la sal con el evangelio de Cristo! Como un puñado de sal se dispersa a través de toda la comida, la enseñanza del evangelio se dispersa ampliamente, penetrando y llegando hasta los corazones de los hombres (Hechos 2:37). La sal del evangelio nos limpia el alma y a preserva de la descomposición espiritual. Es un pacto eterno entre Dios y todos los verdaderos creyentes.
El mundo se corroe con la ignorancia y el pecado. Por esta razón, Cristo nos envía a sazonar el mundo a través de nuestra vida y enseñanza, con la sabiduría y gracia del evangelio, ¡para hacer aceptables a Dios a todos los creyentes fieles! ¡Se la sal de la tierra!
El cristianismo es la sal de la tierra, ¡difundiendo la esperanza del evangelio a todos los hombres!  Los creyentes fieles son una gran bendición al mundo porque a través de ellos, ¡el mundo se sazona con el mensaje de la vida eterna! No sólamente somos llamados a enseñar el evangelio, sino a vivir vidas dignas del evangelio (Col. 1:10).


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